De frente al cáncer de mama

Maricruz Carranza

octubre 24, 2022

Te invito a recorrer conmigo las siguientes líneas que narran mi experiencia con el cáncer de mama. 

Iniciaré platicándote que nunca pensé sentirme especial por la situación de haber sido diagnosticada, no una, no dos, sino tres veces con este cáncer, pero el Universo eligió que esto me llevaría a una vida que adoro. 

El diagnóstico suele ser aterrador y a 15 años de estar de frente a esta terrible palabra, veo que le he perdido el miedo. A lo largo de mi historia he podido reconocer que el poder que le damos a la palabra “cáncer” es más grande que lo que realmente suele ser y el miedo hacia lo desconocido es, curiosamente, lo que encrudece sus efectos. 

Quiero explicarme mejor. Los tres diagnósticos ciertamente han sido recibidos en etapas muy diferentes de mi vida y cada uno ha sido percibido también de maneras diversas. 

El 2007 se veía prometedor. A solo año y medio de haberme casado, y ya con dos legrados en mí haber, el primer enfrentamiento fue duro y lleno de incertidumbre. Me doblegué y acepté tanto diagnóstico, como pronóstico y tratamiento. Este último me hizo sentir tan enferma que si no me había podido tambalear por completo la palabra cáncer, sí lo hizo la pérdida de cabello, mareos, vómitos e inapetencia total. Tan mal la pasé que me “juré” a mí misma, nunca volver a pasar por un tratamiento igual. Mi fuente de fuerza era ser maestra en una universidad en el extranjero. No falté a ninguna de mis clases, pues no estaba dispuesta a abandonar una de las pocas cosas que me hacían levantarme. Mi esposo, mi familia, amigos y alumnos me permitieron asirme a ellos con toda la intención de pasar victoriosamente esa etapa. Hoy puedo decir que siempre estuve decidida a ser un testimonio de vida y no parte de una estadística de muerte. Recuerdo repetir constantemente “de este cáncer no voy a morir”. 

Me porté bien, llevé a cabo lo que parecían interminables sesiones de quimio y 35 radioterapias. Mi motivación estaba ahora en desintoxicar suficiente mi cuerpo para volver a intentar embarazarme, pero debía esperar 5 años. Me dio tiempo para leer, documentarme, conocer terapias alternativas y todo conocimiento que explicara este padecimiento. Y como si hubiera sido pedido, en el 2012, en un estudio de rutina, vuelve a aparecer un bulto que, desde que lo vi, sabía que ya era conocido. En cuestión de segundos, el panorama que ya había construido, se esfumó. Un enojo se empezó a apoderar de mí y la resistencia a volverme a someter a un tratamiento invasivo me llevó a consultar a más de 4 oncólogos, cuando de repente me di cuenta que las palabras que yo buscaba, no las iba a recibir de la medicina tradicional. Después de una cirugía conservadora, me desahuciaron al ver que mi “cáncer” era el más peligroso e invasivo de todos y me sentenciaron a la idea de que no iba a poder convertirme en mamá. Y fue ahí, justo en ese momento en el que empecé a responsabilizarme de lo que estaba sufriendo. Decidí no dejar mi cuerpo en manos de externos y empecé a fijarme en mí. Decidí no hacerme nada y al mismo tiempo hacer todo. Empecé a confiar en mi cuerpo, a amar más, a vivir mejor, a centrarme en lo importante. Y en menos de 6 meses después, mi vientre ya estaba ocupado con mi primer hijo. Recuerdo haber reiterado mi profunda convicción de ser “un testimonio de vida”. Tuvimos a nuestro primogénito, fui aún más feliz, y año y medio después, esperábamos a nuestra bebita. Y cuando pensaba que había aprendido lo importante, regresa una lección más y la palabra “cáncer” nuevamente en el 2017. 

Recuerdo haberme sentado al pie de la cama con mi esposo y haberle dicho el resultado de mis últimos estudios. Él sabiamente me dijo: “no te asustes, recuerda, ya sabemos lo que tenemos que hacer”. Accedí a una tercera cirugía para extirpar el tumor, y sin quedar ahí, decidí hacerme una mastectomía radical. Más allá de sentirlo como un pesar, mi mente se sintió aliviada e incluso hasta me ilusioné con una cirugía estética reconstructiva que me iba a dejar más atractiva. Quizá está de sobra decir que por nada del mundo accedí a la quimioterapia que también estaba recomendada en esta ocasión. Sabía que ocasionaría muchos disgustos a gente cercana, pero lo más importante era yo y en lo que yo creía. Estoy convencida que nadie puede decidir por ti y no tenía caso llevar un tratamiento en el que no creía. 

Me han preguntado muchas veces cuáles considero que fueron los factores o decisiones que me salvaron la vida (y lo siguen haciendo). Trataré de resumirlas a continuación:

  • Decidir no sentirme víctima.
  • Crear el entorno que nutriera mi estado de ánimo.
  • Estar en la búsqueda constante por aportar, por sentirme útil, por sumar.
  • Vibrar alto, es decir, erradicar el canal de noticias de la TV y periódicos, ver películas inspiradoras, leer libros de gente exitosa, hablar con amigos optimistas.
  • Reencuadrar. Cambiarle el marco a las situaciones que podían verse pesimistas y buscar la ganancia.
  • Creer en mí y en mi cuerpo.
  • Amarme.
  • Y proyectarlo en los demás.  

Al día de hoy, soy creadora de la página Maricruz Carranza - Bienestar Integral, terapeuta, mindcoach y sigo siendo profesora, pero ahora del modelo de salud que me respondió tantas preguntas como tenía con respecto a las “enfermedades”, las enseñanzas del Dr. Hamer.

Maricruz Carranza

Fundadora Bienestar Integral, terapeuta y mindcoach.

maricruzcarranza.com


Te recomendamos:

>