Cultura de la cancelación

¿Qué es la cultura de la cancelación?

María Fernanda Ortiz

mayo 24, 2022

La cultura de la cancelación es un fenómeno que se ha popularizado recientemente y que consiste en retirar el apoyo ya sea moral, financiero o social a una persona u organización por haber realizado comentarios o actos que se consideran inadmisibles por atentar en contra de los derechos humanos o afectar a algún grupo en específico.

El concepto ha creado mucha controversia y su sola existencia ha sido cuestionada, veamos por qué:

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    En estricto sentido, la cultura de la cancelación es un boicot en el que personas individuales toman la decisión de no seguir a una persona o comprar a una empresa que atente contra sus valores. Los boicots, al igual que la cancelación, están orientados a generar presión económica, política o social a un individuo o grupo para corregir un acto que se considera inapropiado y, aunque suelen ser incitados por algunos actores, responden a una decisión personal o institucional. Un ejemplo de esto fue el boicot realizado en 2020 por empresas como The North Face, Patagonia, Ben & Jerry’s, entre otras, a Facebook con la campaña “Stop hate for profit” para que la red social tomara medidas más estrictas contra el contenido racista y de odio. Otro ejemplo más reciente es la decisión de empresas como McDonald’s, Netfilx, PayPal, Ikea, Tik Tok, entre otras, de detener o retirar su inversión en Rusia.
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    A diferencia de un boicot tradicional, la cultura de la cancelación está asociada a la vida digital y las redes sociales, las cuales considerando que tienen ya 3.8 billones de usuarios a nivel mundial, tienen la capacidad de encumbrar a la fama o destruir la reputación de una persona u organización.
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    Como concepto, la cultura de la cancelación ha contribuido a la polarización de la sociedad estadounidense, en la que se ha exaltado la capacidad de ciertos grupos políticos o sociales para dirigir a las masas para cancelar a ciertas personas en una demostración de poder popular, llegando a darle una connotación de conspiración.
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    En junio de 2020, la revista Harper’s Bazaar publicó un artículo en el que cientos de intelectuales se manifestaron en contra de los efectos nocivos de esta práctica por atentar contra la libertad de expresión, ya que supone silenciar a todo aquel que atente en contra de los valores y del consenso de lo que es políticamente correcto o ideológicamente aceptado. En este artículo afirmaban que la cultura de la cancelación se presenta como una forma tirana de imponer una moral subjetiva que elimina la capacidad de diálogo, amplía horizontes y enriquece la experiencia de una comunidad.
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    Barack Obama expresó sobre el tema que aún las personas que hacen cosas buenas tienen defectos, en una forma de destacar que como sociedad debemos permitir a las personas enmendar sus errores, sin una ola de odio público.
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    Algunos ejemplos concretos de personas que han sido canceladas, no siempre en forma permanente, son J.K. Rowlings, autora de Harry Potter, que fue cancelada por hacer comentarios transfóbicos en Twitter; asimismo, el cómico Kevin Hart tuvo que declinar el papel de presentador de los Óscar en 2018 por haber realizado comentarios homofóbicos en sus redes sociales y Mary Bono, presidente de USA Gymnastics, perdió su trabajo por un tuit en el que criticó al jugador de la NFL Colin Kaepernick, por arrodillarse en un partido mientras sonaba el himno de Estados Unidos como una manifestación en contra del racismo.

¿Qué hacer en mi vida personal ante la cultura de la cancelación?

Desde mi punto de vista es nuestro derecho como consumidores decidir si seguimos o no a alguien en redes sociales o compramos o no productos o servicios a una marca, sin embargo, es importante hacerlo en forma informada, sin dejarse llevar por afirmaciones no comprobadas y pensando que todos podemos hacer comentarios desafortunados o cometer errores.

La cultura de la cancelación afecta, sobre todo, a personas expuestas públicamente, que, si bien pueden experimentar daños por ser canceladas, obtienen también beneficios de ese tipo de vida. Sin embargo, si la cultura de la cancelación se normaliza corremos el riesgo de convertirnos en una sociedad en la que no es posible tener opiniones diversas, ni cometer errores, y en la que unos sientan que tienen la superioridad moral para decirle a otros como deben pensar. 

Aunque la intención de la cultura de la cancelación sea buena, al poner límites a comentarios discriminatorios, debemos basarnos en decisiones personales informadas y no en tendencias.


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